Las terfs vuelven a la carga (si es que cesaron alguna vez)
Hace unas semanas una niña transexual de 8 años habló en el parlamento extremeño sobre sí misma. Pidió que se nos escuche, en especial a los menores trans, y que no se nos devuelva a la antigua situación de ostracismo y discriminación día tras día que vivíamos hace no tanto en este país. Aparte de las dudas de alguna gente, claramente desinformadas sobre qué es la identidad de género y sobre que todos la tenemos, no exclusivamente los que somos trans, se sumaron cosas peores provenientes de sectores de la extrema derecha patria y foránea. Para rematarlo se sumaron las terfs, encabezadas por el Partido Feminista. Hoy, para desquitarme del enfado que me producen estos infraseres, voy a hablar un poco de este grupúsculo de sujetas que considero más peligrosas que cualquier extrema derecha ya no sólo para la comunidad trans, también para la LGB, a la que no han dudado en atacar por la posición a favor que tienen algunos sobre la gestación subrogada.
¿Por qué más peligrosas, os estaréis preguntando? No podría contestar esto sin remontarme a los tiempos en los que Janice Raymond publicó su ópera magna, un libro sobre transexualidad que hace llorar de risa hoy en día a cualquiera con un mínimo conocimiento en las disciplinas involucradas en nuestra salud. Dicho libro fue tomado como evidencia de x cosas que con el paso de los años se han demostrado falsas -como iré desgranando en posteriores artículos- y provocó que hasta hace no tanto, hasta los mandatos de Obama más concretamente, el acceso a la atención sanitaria en EEUU para las personas trans fuese una puta odisea. Si ya de por sí el sistema sanitario de los Estados Unidos es una aberración, siendo necesario tener un seguro médico que no siempre cubre cualquier afección que puede surgir a lo largo de nuestras vidas (como la diabetes) gracias a Janice era muy complicado que un seguro médico nos cubriese cualquier tipo de tratamiento, aunque fuese psicológico. Hoy sabemos que la psicoterapia y la llamada transición son los únicos métodos efectivos para tratar nuestra disforia y que podamos vivir mejor. Imaginaros el calvario que tuvieron que pasar las personas trans estadounidenses a las que les tocó vivir esa época que, repito, no está tan lejana. Esto no lo digo únicamente porque no hayan pasado tantos años, también porque hay gente haciendo lobbismo para que volvamos a esa situación. Mucho se habla de Vox y sus homólogos extranjeros, como Trump, que intentó definir el concepto de género como igual al de sexo y este último intentó que estuviese ligado a los genitales externos con los que se nace, una barbaridad que no se sostiene con lo que sabemos actualmente de sexualidad y biología humana y ya no sólo porque existamos los que somos trans, también los que han nacido con algún tipo de intersexualidad. Esto se lo dices a esta gente, que suelen ir de sabios de la biología pese a no haber cogido un libro sobre ella desde que acabaron el cole, y tienen la desfachatez de negártelo y de reiterar que la biología es tan simple como sintetizaban los últimos libros que tuvieron entre manos. O peor aún, salen con que las condiciones que se suelen englobar en la intersexualidad son síndromes, alteraciones de lo normal y lo que más me deja preguntándome si se paran a pensar en lo que dicen: que la intersexualidad es algo presente en una minoría de la población, como si esto y lo anterior no estuviese rompiendo con sus ideas erradas sobre biología y sexualidad humana. Como veremos en otra ocasión, aún afectando a una minoría, la cifra de bebés que nacen con algún tipo de intersexualidad no es tan baja como se creen ellos.
El caso es que poco se habla de la transfobia (y también la homofobia) del espectro político opuesto al de Vox y cía. Me hace gracia que los alt righters y extremoderechistas en general a menudo atribuyan a toda la izquierda de todo el mundo y al feminismo radical una posición favorable y tolerante acerca del colectivo LGBTI, pero nada más lejos de la realidad. Dentro de la corriente del feminismo radical hay dos grupos bien diferenciados: el trans inclusivo, que no intenta expulsar de sus filas a las trans y las reconoce como iguales, y el trans excluyente, aquel que comenzó autodenominándose TERF (del inglés trans excluyent radical feminism) y que ahora afirma que dicho término es un insulto... pese a que lo acuñaron y empezaron a usarlo ellas mismas.
Como sus discursos se han ido volviendo cada vez más rechazados, recurren a la clásica carta de la victimización a como dé lugar. Como terf no es una palabra que suela transmitir nada positivo cuando la lees o la escuchas, han pasado a decir que es un slur, un insulto, un desprecio. Qué más da que sean unas siglas y un término que acuñaron ellas. También, son muy dadas a emplear la carta de la misoginia cuando les rebates sus estupideces y su ignorancia. ¿Me corriges sobre qué es la transexualidad y no te dedicas a atacar a la gente trans como hago yo? Eres misógino; lo que haces se debe a que soy mujer.
Básicamente intentan popularizar la idea de que defender nuestros derechos, que no dejan de ser derechos humanos a fin de cuentas, son un ataque frontal a las mujeres, a TODAS. Viven en una fantasía en la que además de eso, resulta que todo gira alrededor de ellas y todo el universo está ocupado conspirando contra ellas, desde las feministas de otras corrientes que no son terfs hasta los hombres cisexuales y transexuales. A los primeros los consideran misóginos y hostiles con las mujeres (nuevamente, a TODOS) y a los segundos nos consideran mujeres traidoras con el que ellas creen que es nuestro género y sexo. Pese a esto, sus ataques se centran más en las mujeres trans, a las que consideran poco menos que una amenaza hacia ellas.
Para llevar a cabo sus ataques no dudan en dañar físicamente a los demás. Recientemente, en los baños femeninos del Fnac de Callao, empezaron a aparecer unas pegatinas con dos tuits de gente trans donde decían estar hasta las gónadas de las terfs, uno de ellos era irónico y decía lo mismo que dicen las terfs sobre nosotros pero aplicado a ellas. Estos tuits iban acompañados de un texto que decía algo así como ¿quiénes son los violentos?, atribuyéndonos una violencia inherente a todas las personas trans y exponiendo públicamente a esos usuarios. Cuando mis compañeras iban a quitarlos, resulta que las pegatinas iban acompañadas de pinchos que podían ocasionar heridas si querías arrancarlas con las manos. Esto no es sino un ejemplo de muchos de los que llevo viendo desde que conocí la existencia de estas tipejas.
Volvamos por un momento al hilo inicial, a la niña trans extremeña que habló hace unos días. Este acto les ha servido para tirar mierda tanto a la menor como a sus padres, a los que el Partido Feminista ha amenazado con actuar legalmente contra ellos por aceptar la realidad de su hija y no enfrascarse en la negación, cosa que no va a beneficiar ni a Elsa ni a sus padres. Resulta que para ellas, los padres deben hacer lo que hace décadas se demostró que no era efectivo: negar la identidad de los que somos trans, obligarnos a volver al armario e intentar meternos en la cabeza (inútilmente) que somos del sexo de nuestros genitales de nacimiento. Para ellas, la apabullante evidencia de que hay regiones del cerebro con dismorfismo sexual que las personas trans tenemos igual a las personas no trans de nuestro mismo género e identidad sexual/de género es poco menos que una invención misógina de un imaginario lobby trans. Con dos ovarios, difamando también a la gente que se dedica a la investigación científica. Mirad por un momento el curriculum que tiene el investigador del enlace anterior y sacad vuestras propias conclusiones.
Ya ni les hables de que el sexo en humanos se considera, en base a todo lo que ahora sabemos, como un espectro con dos extremos que vienen representando al binarismo sexual que mucha gente sigue teniendo en mente como lo único real y válido. Personalmente, le atribuyo bastante de la culpa a la insuficiente educación sexual que tenemos en España, que al contrario de lo que se creen los extremoderechistas y las terfs, en muchos centros no se habla de nada LGBTI ni de lejos. Mucho ha llovido ya desde que yo saliera del armario trans en la ESO. En ese momento, un día que yo no estuve, la tutora comentó la situación a mi clase. Pese a que todos lo entendieron y lo asimilaron, desde la dirección del centro quisieron aprovechar que yo salía del armario para invitar a gente del Movimiento contra la Intolerancia para que dieran una charla sobre sexualidad y discriminación, charla que daban igualmente una vez al año en todos los cursos y en la que recuerdo que daban un huevo de pegatinas que acababan pegadas por cualquier sitio de la ciudad, para desgracia de quienes tuvieran que quitarlas. En esa ocasión sí estuve presente y conté con el reloj que no estuvieron ni cinco minutos hablando sobre la transexualidad, dando información muy simple y superficial, tras lo cual pasaron a charlar sobre discriminación por motivo de orientación sexual durante un poco más de tiempo y luego pasaron al tema que más manejan: el racismo. De hecho, buscando la web oficial ahora mismo para enlazarla más arriba, estoy viendo que tienen un apartado sobre homofobia y ninguno sobre transfobia. Experiencias como la mía siguen ocurriendo cuando dan clases de sexualidad en la ESO y con suerte se menciona brevemente la homosexualidad y la bisexualidad, y ya no hablemos de la transexualidad.
Digan lo que digan las mentiras de estos dos grupitos de personas, no dudéis de que aquí nos encargaremos de refutarlas y luchar contra esa ignorancia y ese odio que quieren difundir. Si nos quieren hacer retroceder porque ellos son incapaces de avanzar como el resto, nos tendrán de frente.
Digan lo que digan las mentiras de estos dos grupitos de personas, no dudéis de que aquí nos encargaremos de refutarlas y luchar contra esa ignorancia y ese odio que quieren difundir. Si nos quieren hacer retroceder porque ellos son incapaces de avanzar como el resto, nos tendrán de frente.
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